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Tuesday, June 03, 2008

Nietzsche y los ejercicios

Hoy, 2 de Junio de 2008, vuelvo a publicar un trabajo de un alumno. La consigna era: escribir un texto con el estilo de Nietzsche y la vehemencia, la rabia, el enojo que encontramos en el filósofo.

Noche
Querida pero ausente. Verduga. De vos reniego y te condeno por haber permitido los abusos de quienes tomaron tus lamentos y licores, tus escondites y veleidades. Ellos sabían que escondías un secreto tan profundo y tan vital, que el erotismo de tus intuiciones ganaba gemidos de furia y de placer a cada paso, cuando vos solita, noche altanera, les demostrabas a esos crápulas tus dientes mas húmedos y tus curvas mejor afiladas. El tiempo los cansó de tus regalos y la repetición de las costumbres, tus dioses derrotados en lastimeras contiendas, tus pasos elevados de reina destronada, tus concesiones incomprensibles, llegaron a que sus fuerzas de cañones, de etiqueta, de vigilias, de condenas arbitrarias, de relojes de tiempo caro, y ahí, cuando tu sabiduría derritió sus debilidades, se sintieron solos, vulnerables y buscaron explicaciones, crearon clubes, sectas, religiones inexorables y ridículas, reuniones secretas en donde tus encantos de rocío, de primavera, de verde pasto colchón de agrarias orgías, se perdió. Te dejaron, les diste mucho miedo, esbirros de mil cortes, que entendieron sin entender, te pusieron una fecha de defunción, simbólica e imposible, negaron que te vean, y poco a poco te fuiste poniendo mas negra, silenciosa, secreta e iracunda.
Quiso la eternidad que todo dure una mínima fracción de tiempo. Quiso el tiempo esperar en sus letanías de dinosaurio, obispo, rey o farabute político. Pero no estabas preparada para tanto ruido sin sentido y tus reclusiones, noche querida, fueron tomadas por pocos, nostálgicos y anhelantes de volver a comprender tus dimensiones de hembra, de macho, de tu música elástica que se teje cuando la cabeza, desconecta, gracias a vos, sus pestañeos de culpa, de cantamañanas.
El día, noche, no tiene la culpa. Fueron los que lo habitan, esos sacaron provecho de sinfonías dulces, de tus verdades incompletas, de tus caricias de aire. Ahora noche, voy para el día, a estudiarlos, para volver a verte en un tiempo. Más sabio. Y recordar, simplemente lo que no han podido matar, noche, adiós.
Pablo Pagés