“Hay períodos en los que el hombre racional y el hombre intuitivo caminan juntos; el uno angustiado ante la intuición, el otro mofándose de la abstracción; es tan irracional el último como poco artístico el primero”.
Friedrich Nietzsche. Sobre verdad y mentira en sentido extramoral.
Quien escribió las palabras precitadas creía que la verdad y el mundo eran una metáfora. Y ese pensamiento: el mundo y la verdad como metáfora, encierra al universo mismo. Se podría decir que es la metáfora de las metáforas (¿Idea de las ideas?). Dentro de ese cosmos, encontramos también la ficción. Para Foucault la verdad es ficción, así como para Niestzsche era una concatenación de metáforas y convenciones. Borges creía, tal vez irónicamente, que la teología, la metafísica y el psicoanálisis eran ramas de la literatura fantástica.[1]
Es así que llegamos a estos conceptos de “verdad”. Niestzsche la lleva a la metáfora, Foucault la lleva a la ficción y Borges lleva todo a la literatura.
En estas pocas líneas que voy a escribir quiero llevar, como Borges, todo a la literatura y a la vez, tomar la idea de Niestzsche acerca de los hombres racionales e intuitivos. Si bien los tres conceptos son en base muy parecidos, quiero detenerme en algunos ejemplos que nos da la literatura. Borges decía: “La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido”. La verdad, el mundo, no solo es metáfora y ficción, sino también literatura y sueños.
Quiero tomar como primer ejemplo de hombre racional e intuitivo a los personajes de un libro que fue escrito hace más de cuatrocientos años. Ese libro es Don Quijote de la mancha.[1] Es probable que la analogía sea simplista y anodina, pero no me gustaría pasarla por alto. Me refiero a Don Quijote y Sancho Panza. Para la sociedad de la que habla Foucault en Vigilar y Castigar, un personaje como Don Quijote tendría que estar encerrado, fuera del mundo “normal” de los que creen no estar locos. Sin embargo la literatura lo deja libre. Es el hombre intuitivo con todas sus cualidades. Es el “héroe desbordante de alegría”, que toma “como real solamente la vida disfrazada de apariencia y belleza”. Por otro lado tenemos a Sancho Panza, el hombre racional, aquel que sabe afrontar la vida “mediante previsión, prudencia y regularidad…” En la novela ambos “caminan juntos”. Creo que no hay mayor ejemplo de esta dicotomía Nietzscheana que las aventuras que ambos enfrentan.
Es conocida por muchos la aventura de los Molinos de viento. Don Quijote “confunde” los molinos de viento con “desaforados gigantes”. El hombre racional le dice al hombre intuitivo:
- Mire vuestra merced – respondió Sancho – que aquellos que allí se aparecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas al viento, hacen andar a la piedra del molino.
A lo cual el hombre intuitivo responde:
- Bien parece – respondió Don Quijote – que no estás cursando en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigualdad batalla.
Finalmente el hombre intuitivo arremete contra los molinos de viento creyéndolos gigantes, para al instante ser derribado con caballo y todo y recibir un gran golpe del cual “no se podía menear”. Escribía Nietzsche: “Es cierto que (el hombre intuitivo) sufre con más vehemencia cuando sufre; incluso sufre más a menudo porque no sabe aprender de la experiencia y tropieza una y otra vez en la misma piedra en la que ya ha tropezado anteriormente”.
La remienda del hombre racional no se hace esperar:
- ¡Válame Dios! – dijo Sancho -. ¿No le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino molinos de viento, y no lo podía ignorar sino quien llevase otros tales en la cabeza?
Quien escribe, desea tener molinos de viento en la cabeza toda su vida.
Los otros dos ejemplos que quería darles a conocer son más locales. Uno es del libro Crónicas del Ángel gris, de Alejandro Dolina[2]. Los relatos del libro se sitúan en el barrio de Flores. Dentro de todos los personajes que van apareciendo y a la vez creando esa suerte de mitología de barrio, se encuentran los Hombres sensibles y los Refutadores de leyendas.
Los primeros son los poetas, los artistas, los que tropiezan con la misma piedra, los que se enamoran de mujeres que no son para ellos. “Algunos emprenden desde chicos el estudio del violín, únicamente para aprender a tocar un vals en obsequio de su amada. No importa que ella no alcance jamar a oírlo. Ese no es el punto.
Otros indagan los secretos de la versificación y se sumergen en el dolor para lograr una poesía.
Hay quienes se ejercitan en el coraje y cultivan la guapeza. Y no faltan los que eligen la melancolía o la locura.
Piensan los Hombres Sensibles que siendo mejores merecerán ser amados. Para la ética sentimental de este barrio, los mejores hombres son artistas, valientes, tristes o locos”.[3]
En cambio los Refutadores de Leyendas son científicos, intelectuales de barrio y como escribe Nietzsche: “El, que solo busca habitualmente sinceridad, verdad, emanciparse de los engaños y protegerse de las incursiones seductoras…”.
Hablando de “emanciparse de los engaños”, Dolina escribe acerca de los Refutadores de Leyendas:
“Todos conocen la aguda polémica que suele encenderse en Flores cuando se acerca el seis de enero.
Los Refutadores de Leyendas cumplen en esos días horarios especiales y desatan una intensa campaña. Naturalmente, tratan de esclarecer a los chicos acerca de la verdadera identidad de los Reyes Magos. Los más desaforados no vacilan en afirmar que estos personajes no existen y que la eventual aparición de juguetes sobre el calzado infantil es el resultado de sigilosas maniobras de los padres, amparados en las sombras de la noche.
Sus argumentos – hay que decirlo – son bastante sólidos. El profesor Pedro Del Moro los ha reunido y codificado en su libro Los Reyes son los padres”.[4]
La aparición de un intelectual para legitimizar la idea de que los Reyes en realidad son los padres, me evoca algo que dice Galeano acerca de los intelectuales y que también puede caer en la dualidad Hombre racional-intuitivo, que lo retomaré al final.
Una última comparación quiero presentarla a través de unos personajes: Los Cronopios y los Famas. Esta dualidad que presenta Cortázar en su libro Historias de Cronopios y de Famas, también puede asimilarse a la idea Nietzscheana. El mismo Cortázar dice de ellos:
“Yo empecé a escribir sin saber como eran. Y luego ya tomaron un aspecto humano… relativamente humano porque nunca son completamente seres humanos. Con esas conductas especiales de los Cronopios, que son un poco la conducta del poeta, la conducta del asocial, del hombre que vive un poco al margen de las cosas. Frente a los cuales se plantan los Famas que son los grandes gerentes de los bancos, y los presidentes de las repúblicas, la gente formal que defiende un orden.”[5]
Vemos también una dualidad literaria. Transcribo un micro relato del libro:
El almuerzo
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre termómetro y topómetro, entre fichero y currículum vitae. Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, se consideraba ligeramente super-vida, pero más por poesía que por verdad. A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba abstracciones tales como espíritu y conciencia, que la para-vida escuchaba como quien oye llover -tarea delicada. Por supuesto, la infra-vida pedía a cada instante el queso rallado, y la super-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley Fitzsimmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de muerte.[6]
Tratemos de no pedirle queso rallado a la vida.
Para concluir retomo la idea del intelectual y mi idea de ser un hombre intuitivo-racional.
Eduardo Galeano dijo hace poco de los intelectuales:
“Yo no soy un gran sabio de nada. Y además, entre nosotros te confieso, los intelectuales me rompen las bolas. Yo no quiero ser un intelectual. Cuando me dicen, un distinguido intelectual digo ¡No! Yo no soy un intelectual. Los intelectuales son los que divorcian la cabeza del cuerpo. Yo no quiero ser una cabeza que rueda por los caminos. Yo soy una persona. Soy una cabeza, un cuerpo, un sexo, una barriga… todo. Pero no un intelectual, abominable personaje. Ya lo decía Goya la razón genera monstruos. Cuidado con los que solamente razonan. ¡Cuidado! Hay que razonar y sentir. Y cuando la razón se divorcia del corazón, te convido para el temblor, porque esos personajes pueden conducirte al fin de la existencia humana del planeta. Yo creo en esa fusión contradictoria, difícil pero necesaria, entre lo que se siente y lo que se piensa. Y cuando aparece uno que solamente siente pero no piensa, digo: este es un cursi. Y cuando veo que hay uno que solamente piensa pero no siente, digo: ¡Ay que horror este es un intelectual!!¡Que espantosa cosa, una cabeza que rueda! Yo no quiero ser una cabeza”.[7]
No ser una cabeza que rueda. Pero tampoco ser un corazón que anda suelto por ahí. No ser un hombre intuitivo, pero tampoco un hombre racional. El mismo Galeano se describía como un ser “sentipensante”. Creo que es así. Debemos llegar a ser una persona de Co-razón. Y llegar a vivir con todo el co-razón, y amar con todo el co-razón. Ser Don Quijote y Sancho Panza, ser Hombres sensibles y a la vez Refutadores de Leyendas, ser Cronopios y Famas.
Pero todo es literatura. La vida existe para que hagamos literatura de ella. Para que escribamos novelas, cuentos, poemas. Para creer que Dios existe y que para estar seguros de que por algo estamos en este mundo. La verdad, la ficción, la historia, el presente, el futuro, tarde o temprano terminarán en un libro.
Alejandro Araya
[1] Miguel de Cervantes (2005) Don Quijote de la Mancha. Edición del IV centenario. Real academia española.
[2] Dolina, Alejandro (2003) Crónicas del Ángel gris. Colihue. Buenos Aires.
[3] De Balada del amor imposible. Crónicas del Ángel gris.
[4] De Los Hombres Sensibles, los Refutadores de Leyenda y los Reyes Magos. Crónica del Ángel gris.
[5] Entrevista para la Televisión Española en el programa “A fondo” (1977). http://www.youtube.com/watch?v=yS14T8ObSew
[6] Cortázar, Julio (2004) Historias de Cronopios y de famas. Un tal Lucas. Santillana. Buenos Aires.
[7] Entrevista a propósito de las “Marchas de los indignados” en España. http://www.youtube.com/watch?v=Al6ULHqzsxg